La isla de Sri Lanka nunca estuvo en mi lista de países por visitar, ¡pero afortunadamente decidimos ir!

Hasta hoy, Sri Lanka es el país más exótico y salvaje que he visitado: en tan sólo ocho días hicimos un safari y vimos leopardos y elefantes; nos hospedamos en un hotel en donde búfalos salvajes pastaban en las áreas comunes; nos relajamos en la hermosa playa de Tangalle; vimos cobras bailar al ritmo de un flautista; alimentamos a monitos en una isla y aprendimos sobre la producción de canela, que es originaria de Sri Lanka.

Si bien este itinerario funciona para un viaje de adultos, lo hicimos pensando en niños, pues viajamos con nuestra hija de 4 años (más adelante les doy detalles).

Así que sigan leyendo y acompáñenme a mostrarles qué hacer en Sri Lanka, una joya de país en el Océano Índico.

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Primero, un poquito de historia y geografía

Ubicado al Sur de la India, Sri Lanka (que con justa razón significa Isla Resplandeciente) fue conocido por siglos como Ceylon o Ceylán en español. Los amantes del té seguro habrán escuchado del té Ceylán, una de las marcas de té más famosas del mundo y exclusiva de Sri Lanka.

En 1948, el país se independizó de Gran Bretaña y en 1972 cambió su nombre a Sri Lanka. Territorialmente es 1.5 veces más grande que Dinamarca y tiene alrededor de 22 millones de habitantes.

Desde 1500 y hasta 1972, Sri Lanka fue colonizado por cuatro potencias: primero fueron los portugueses, luego los daneses y por último los británicos, quienes dominaron el país por casi 200 años. Una pequeña parte del país fue colonizada unos meses por los franceses.

La influencia de todas estas culturas ha hecho de Sri Lanka un país rico en historia y con atracciones muy diversas. Por ejemplo, el Sur (la zona que conocimos nosotros) tiene mucha influencia de Portugal y de Dinamarca, mientras que algunas áreas del centro del país tienen influencia inglesa.

¿Qué hacer en Sri Lanka?

Desde que empecé a planear el viaje, noté que Sri Lanka ofrece muchas actividades de aventura. Sin embargo, varias de ellas no son ideales al viajar con niños pequeños pues hay que hacer largas caminatas en montañas y selvas. Además, el país no está bien conectado y los trayectos son largos, siendo la mayoría en terracerías o calles muy angostas. Y aunque ofrecen viajes en tren con vistas que dicen ser espectaculares, las rutas no llegan a todos los lugares. Además, el tren no tiene aire acondicionado y Sri Lanka es muy húmedo y caluroso.

Por estas razones, decidimos centrarnos en el Sur de Sri Lanka y contratar un chofer/guía de turistas con Dnata Travel para que nos moviera de lugar en lugar. Los lugares que visitamos fueron Tangalle, Yala y Galle.

Pero si ustedes quieren hacer un trayecto en tren para disfrutar de las vistas, la recomendación es que hagan el trayecto que va de Colombo a Kandy. Dicen que es espectacular.

Además de las actividades de aventura que ofrece Sri Lanka, están las actividades culturales. Aquí hay muchos templos importantes para budismo. Por ejemplo, en el centro del país hay un templo que dice exhibir un diente de Buda, por lo que muchos budistas viajan a Sri Lanka sólo para ver esta reliquia.

Como les dije, viajar con niños hace que adecuemos el viaje a las necesidades de una familia: no queríamos ninguna actividad que agotara a Paola y que por ende nos agotara a nosotros. Tampoco queríamos un itinerario lleno de tours, pues un niño de esa edad se aburre en ese tipo de experiencias. Así que decidimos un itinerario que mezclara descanso en la playa con actividades en la naturaleza aptas para una niña de su edad. Y esto es lo que hicimos.

Itinerario de ocho días en Sri Lanka

1. Tangalle

Las primeras cinco noches nos hospedamos en el hotel Anantara Peace Haven Tangalle y contratamos el paquete full board que incluye todas las comidas salvo las bebidas. El hotel es muy bonito con una infinity pool, tres restaurantes, un kids club y spa.

Una de las cosas que más nos gustó del hotel es que es sustentable y ha ganado reconocimientos a nivel internacional por ello. Para aprender más sobre este proyecto, la reservación incluye un nature walk con el ambientalista del hotel. Fue una actividad muy bonita en la que nos enseñaron sobre plantas exóticas, animales y el estilo de vida de los antiguos residentes de la zona.

El trayecto en coche desde el Aeropuerto Internacional de Colombo a Tangalle fue de dos horas.

Qué hacer en Sri Lanka

2. Yala

Después del Anantara, pasó el chofer/guía de turistas por nosotros y nos fuimos a Yala, una zona al Sur Este de Sri Lanka famosa por el safari. Nos hospedamos dos noches en el hotel Jetwing bajo el paquete half board y le dedicamos un día al safari.

El hotel está ubicado junto a una playa con un oleaje intenso y arena bicolor marrón y beige. Después de las 6 de la tarde está prohibido caminar por la playa o las áreas comunes del hotel, pues elefantes, leopardos y jabalíes se dan cita ahí por la noche (hay videos de las cámaras de seguridad del hotel que lo demuestran). La sensación de estar hospedados en un lugar tan próximo a vida salvaje puede inspirar cierto temor pero a la vez curiosidad – ¡debe ser muy especial ver elefantes y leopardos caminando junto al mar!

Por estas razones, Yala fue la parte favorita del viaje. Durante el safari vimos elefantes, venados, cerditos salvajes, pájaros exóticos y más animales de la región, además de visitar una playa virgen dentro de la reserva ecológica. Pero lo más impresionante fue ver el leopardo. De hecho, todo el propósito del safari es buscar el leopardo y nosotros tuvimos suerte de ver a dos leopardos en la segunda jornada del día (el safari se divide en la jornada de la mañana y de la tarde, cada una con duración de tres horas).

Cabe destacar que la comida del hotel Jetwing estuvo espectacular. De los mejores bufetes de hotel que hemos comido.

3. Galle

Esta ciudad Patrimonio Cultural de la UNESCO al Sur de Sri Lanka fue la última parada del viaje. Estuvimos ahí una noche y nos hospedamos en el hotel Radisson Blue.

Algunos historiadores piensan que Galle es un sitio bíblico, pues lo relacionan con el puerto de la antigua Tharsis, en donde el rey hebreo Salomón enviaba a buscar el marfil y los pavos reales que menciona la Biblia.

Nunca había visitado una ciudad de la época colonial casi intacta fuera de México. De hecho, la ciudad se sintió como visitar un pueblo mexicano (por ejemplo, San Miguel de Allende) pero con sabor a costa, playa y muchas palmeras. Calles adoquinadas, fachadas blancas y ventanas de madera son una constante en cada cuadra.

Antes de llegar a Galle, hicimos una parada en Balapitiya, en donde nos dieron un tour por un jardín botánico y nos explicaron cómo aprovechan las plantas del lugar para crear alimentos y medicinas.

Después nos llevaron en lancha por el río Madu a la Isla Canela, una isla que habitan 8 familias que se dedican exclusivamente a producir canela. Aquí aprendimos que la canela, al ser originaria de Sri Lanka, tiene usos no sólo en la preparación de platillos dulces y salados, sino también usos medicinales. El aceite de canela, común en todo el país, lo usan para entrar en calor cuando hace frío: es tan potente, que se lo ponen en la planta de los pies y con eso se calienta el resto del cuerpo.

En el trayecto en lancha a la Isla Canela, nos detuvimos a darle de comer mango a changuitos (mexicano de “mono”). Los changuitos bajaban de los árboles y se subían a la lancha extendiendo sus manitas para que les diéramos trozos de mango. A Paola le encantó esta parte del viaje y es una excelente actividad si van a viajar a Sri Lanka con niños.

Después de esta interesante visita, seguimos con el trayecto a Galle y comimos en un restaurante junto al mar en la playa de Unawatuna. La comida aquí estuvo deliciosa y casi toda condimentada con canela.

Ya en la ciudad amurallada de Galle, nos sucedió una anécdota de la cual ahora nos reímos. Mientras caminábamos frente al famoso Faro de Galle disfrutando de la puesta del Sol, Paola se cayó y se raspó la rodilla. Aunque la raspadura no fue muy grande, sí fue muy escandalosa pues se le llenó de sangre la rodilla y Paola no dejaba de llorar y gritar. Al no haber farmacia dentro de la parte amurallada, el guía nos llevó a una clínica que quedaba a 5 minutos manejando.

En circunstancias normales jamás hubiera llevado a mi hija a emergencias por una raspadura, pero el guía estaba tan preocupado y la gente en Sri Lanka es tan amable y sonriente (sobre todo con los niños) que no tuvieron el mayor inconveniente en atender, en una sala de emergencias, a una niña de 4 años con la rodilla raspada. Así de hospitalaria es la gente allá.

En Galle nos hospedamos en el Raddisson Blue, un hotel familiar frente al mar y cerca del casco histórico.

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Como siempre, muchas gracias por leerme y espero que esta entrada de qué hacer en Sri Lanka les haya dado una probadita de este exótico país tropical.

¡Hasta la próxima!

Gaby