¿Cómo es dejar una de las ciudades más seguras del mundo para volver a Guadalajara?

Cuando salimos del aeropuerto, el taxista nos dijo: “¿Qué tal el calorcito?”. Nosotros nos volteamos a ver y respondimos, “¿cuál calor? ¡Esto está delicioso!” Y es que después de cinco años en Dubái, en donde las temperaturas llegan a superar los 50 grados Celsius durante los meses de verano, un día húmedo de 34 grados es una delicia – y más en Puerto Vallarta.

Después de dejar Dubái, nuestra primera parada fue Puerto Vallarta. Necesitábamos pasar unos días solos antes de llegar a Guadalajara asimilando nuestra nueva realidad: el coronavirus nos obligó a empacar nuestras maletas y dejar Dubái mucho antes de lo esperado. Y es que siempre pensamos que la decisión de dejar Dubái sería nuestra y que nos iríamos hasta que ya no quisiéramos vivir ahí. Después de todo, la mayoría de nuestros amigos que dejaron Dubái en el tiempo que vivimos allá lo hicieron porque ya no querían estar en Dubái. Así que supusimos que lo mismo pasaría con nosotros, pero no pronto, porque si de algo estábamos seguros era que nos encantaba vivir en Dubái.

Desde luego no todo es miel sobre hojuelas y había muchas cosas que nos desagradaban de vivir ahí. Pero en general y poniendo en la balanza las cosas que más importan para nosotros, Dubái era un muy buen lugar para vivir.

En primer lugar (y creo que este ese el primer lugar para todos los expats que viven en Dubái), la seguridad es envidiable. Yo podía andar sin miedo en la calle un sábado por la noche sin temor a que me pasara algo. Podía dejar mi bolsa en el carrito del súper mientras me pasaba al pasillo de al lado a recoger algo que olvidé y sabía que, regresando, mi bolsa seguiría ahí. O más importante aún, podía ir al parque público y dejar que mi hija de dos años corriera libremente sin preocuparme por la inseguridad. Por eso, sin dudarlo dos veces, lo que más extraño de Dubái es sin duda la seguridad.

Por otro lado, la falta de impunidad que obliga a la gente a obedecer las reglas de la ciudad. Desde reglas importantes como no robar, hasta triviales como no tirar basura. Poca gente en Dubái se atreve a desafiar la ley por miedo al castigo, y eso hace que la ciudad funcione bien. Que camines por la calle y no veas basura tirada, grafiti o rampas para discapacitados bloqueadas por los coches. Que tus días transcurran y no te enteres de que asaltaron a fulanito o se metieron a la casa de perenganito. O que abras el periódico y no te encuentres una nueva estadística de homicidios en la ciudad. Esto hacía que la vida en Dubái fuera una vida tranquila, incluso durante los meses más álgidos del coronavirus. Y es que las reglas eran tan claras (no salir sin cubre bocas, no hacer bodas, no hacer reuniones grandes) y las sanciones tan altas, que muy poca gente se atrevió a tentar su suerte.

Ahora, toda moneda tiene dos caras. ¿Cuál es la otra? Sencillo: que Dubái no es una democracia y las limitantes a la libertad de expresión también provocan que las malas noticias no circulen con facilidad. Y a pesar de que son muy pocas las malas noticias, sí las hay. Sin embargo, está prohibido propagarlas porque no se puede hablar mal de la ciudad, de su gobernante, de la familia real o de la ciudad. No pueden incluso cuestionarse las decisiones políticas, así que todos los programas de radio hablan de economía, de estilo de vida y de cosas tan mundanas como el Récrod Guinnes a la persona que duró más tiempo con los ojos abiertos.

Cuando platico esto, la gente me pregunta, ¿y te gustaba vivir así? La respuesta nunca viene de forma sencilla. Siempre me debato internamente lo que voy a contestar porque crecí en una democracia y me inculcaron valores democráticos. Pero al final, siempre respondo que sí. Sí me gustaba vivir así a pesar de que se trata de una monarquía constitucional. Y aunque siento que traiciono mi espíritu de abogada occidental con lo que voy a decir, el día de hoy elijo la monarquía de Dubái sobre la democracia mexicana. Y es que prefiero vivir en un lugar donde la ley es estricta pero la vida es tranquila, a un lugar donde hay impunidad y la vida es insegura.

Aún así, estoy feliz de estar en Guadalajara, de pasar Navidad aquí y de disfrutar todo lo que Dubái no tiene y que nuestra ciudad sí tiene, que es mucho.

*La misma versión de este artículo fue publicada en el periódico El Informador de Guadalajara, el pasado 20 de diciembre de 2020. Aquí pueden ver la versión en línea de la publicación. 

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